20.000 trabajadores de Iberia están llamados a la huelga

15 Feb 20.000 trabajadores de Iberia están llamados a la huelga

 

El próximo lunes, 18 de febrero, 20.000 trabajadores de la compañía Iberia, de ellos 37 en Castilla y león, están llamados a la huelga en defensa de la integridad y viabilidad de una empresa histórica del sector aéreo español que pudiendo ser competitiva –con una restructuración consensuada y no exenta de sacrificios, pero complementada con un plan de viabilidad y crecimiento a largo plazo– será, finalmente, desguazada.

El plan de transformación presentado por la Dirección de Iberia esconde, en realidad, un plan de desmantelamiento, una suerte de voladura controlada que tendrá como principales damnificados los 3.807 trabajadores que pretenden despedir amparándose en la nueva reforma laboral –20 días por año trabajado con un máximo de 12 mensualidades–, además de una brutal reducción de salarios, un descenso en su oferta comercial, una disminución importante del número de aeronaves y el cierre de rutas estratégicas.

Este plan de desmantelamiento perpetrado por las cabezas pensantes anglosajonas –lideradas por el consejero delegado de IAG, Willie Walsh– y ejecutado de forma sumisa por la Dirección de Iberia y su consejero delegado, Rafael Sánchez Lozano –el presidente, Antonio Vázquez, está desaparecido–, con la vergonzante complicidad de todo el consejo administración de la aerolínea española entre los que se encuentran, conviene recordarlo, varios representantes del Estado español a través de la SEPI y de la nacionalizada Bankia, tiene como último objetivo la conversión de Iberia en una filial subsidiaria de British Airways, en una aerolínea de tercera que se sostenga sobre una mínima estructura laboral y comercial, abandonando cualquier iniciativa de desarrollo futuro, de mejora de su competitividad a medio y largo plazo, de retracción inicial y posterior expansión.

Desde que se presentara el mal llamado plan de transformación de Iberia hasta hoy, los sindicatos hemos realizado múltiples esfuerzos por definir un espacio para el acuerdo sobre el que trabajar de manera conjunta –trabajadores y directivos– de cara a conseguir una necesaria mejora de la competitividad de la empresa sin renunciar a un plan de viabilidad a largo plazo. Para ello, no sólo estábamos dispuestos a renunciar a una buena parte de nuestras condiciones laborales, sino que nos implicamos de lleno en ofrecer propuestas de gestión empresarial constructivas –algo que no es competencia de los representantes sindicales– en el ánimo de buscar alternativas menos traumáticas que no pasaran por despidos masivos y amputaciones de estructura ( handling, mantenimiento, rutas, comercial…).

Pero no fue posible. En el ámbito industrial y de las relaciones laborales se impusieron, nuevamente, las tesis del modelo anglosajón que, entre otros aspectos, se caracteriza por una máxima flexibilidad laboral, mínimas retribuciones salariales y reducción del papel de los representantes de los trabajadores a simple atrezo. La Dirección de Iberia quiere aplicar en esta compañía los principios más radicales del pensamiento económico ultraliberal: máxima rentabilidad para los accionistas en el menor tiempo posible. Una visión cortoplacista que anula cualquier posibilidad de crecimiento futuro.

En la huelga de cinco jornadas consecutivas que iniciamos el próximo lunes, los trabajadores y trabajadoras de Iberia se juegan mucho más que una injustificada reducción de plantilla, salarios y condiciones sociales. En esta partida con cartas marcadas y trufada de trileros, los trabajadores de Iberia somos el último dique de contención que impida el fin de un modelo de gestión industrial en el que nuestro país no ha sido, precisamente, ejemplo de buen hacer, pero respecto al cual Iberia se ha revelado como el contrapunto a imitar, buscando siempre la rentabilidad no sólo para accionistas, trabajadores, clientes y sectores dependientes, sino para la propia empresa, entendida ésta como motor de crecimiento y mejora para el resto de actores implicados. Ahora, ese modelo está en riesgo y parece que sólo nosotros, los trabajadores, tenemos la capacidad de sacrificio, la amplitud de miras y el coraje necesario para defenderlo. Al menos, en Iberia.

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